La proliferación de las escuelas de arquitectura en un momento de estancamiento de la construcción ha contribuido, todavía más, a que el arquitecto deba tener otras actitudes para encontrar nuevos caminos, gracias a tener actitudes nuevas y hacer servir las herramientas que complementan la compleja formación que la escuela le facilita.

Por otro lado, la creatividad es la clave de las sociedades y de las organizaciones futuras; sin creatividad no hay desarrollo personal ni social. Innovación, creatividad, cambio, mejora, calidad,….son  algunas de las palabras que oímos constantemente tanto en el ámbito de la educación como en el de la empresa. Reflejan una nueva perspectiva, un nuevo eje sobre el que plantear la producción, el conocimiento y la propia formación. El progreso y el desarrollo, tanto personal como social, dependerá cada vez más de la inventiva, la capacidad creadora y la flexibilidad de las nuevas generaciones. Si bien la experiencia siempre será un valor en sí, lo cierto es que los nuevos planteamientos demandan ideas nuevas.

El arquitecto es un artista que se apoya en la técnica para crear nuevos espacios. Su proceso creativo está muy próximo a cualquier otro proceso creativo de otras disciplinas artísticas: análisis del reto creativo al que nos enfrentamos y su entorno, generación de ideas, valoración y selección de éstas, e implementación.

Tenemos sin lugar a dudas las aptitudes necesarias, pero abordar nuestro trabajo con una actitud nueva

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